jueves, 12 de diciembre de 2013

Ruta offroad en motos trail por el Alto Tajo en Cuenca.

Crónica de nuestra ruta offroad en motos trail por el Alto Tajo en Cuenca, desde Cañete hasta Zaorejas (o esa era la intención), pasando por Tragacete.

Si una actividad se puede medir por lo épìco de sus inicios, ésta que nos propusimos hacer en Cuenca tenía todas las papeletas para serlo. El viaje del jueves hasta Cañete, desde donde iniciaríamos nuestra ruta al día siguiente, vino acompañado por temperaturas heladoras que si bien son acordes con la época del año, no son las mas cómodas para montar en moto. La salida de la Comunidad de Madrid no fue especialmente fría, pero desde que pusimos los pies (o mejor dicho las ruedas) en las llanuras conquenses, nos vimos inmersos en una montaña rusa de subidas y bajadas de temperatura (a veces bajando cinco grados en poco más de quinientos metros) que solo nos conducían del frío polar a algo mucho peor. Y para rematar, los últimos kilómetros antes de llegar a nuestro destino, el clima quiso mandarnos un aviso de lo que nos esperaba al día siguiente, llegando a alcanzar por momentos los cinco grados bajo cero.



Ruta offroad con motos trail por laSerranía de Cuenca from La aventura es la aventura on Vimeo.



Del viaje, poco mas que comentar, salimos de Madrid ya de noche por motivos laborales (excepto Pablo que pudo hacer el viaje mas tranquilamente con algo de luz y algo menos de frío) llegando a nuestro destino mas o menos para cenar. Como nota curiosa mencionar que Luis estrenó unas manoplas (con todo el cachondeíto que ha tenido que aguantar) para el frío que había adquirido recientemente y no pudo elegir mejor ocasión, ya que si con ellas pasó frío, sin ellas la sensación térmica hubiera sido bastante peor.

Puesto que Pablo ya había hecho de avanzadilla para investigar un poco el pueblo, decidimos que la mejor opción dado el frío que hacía era cenar en el mismo hostal donde habíamos reservado para dormir, y la elección no pudo ser mas acertada, ya que cenamos muy bien a base de raciones típicas de la zona y un par de botellas de vino elegidas con mayor o menor acierto (una con muy buen acierto, por cierto). Puesto que hacía frío para salir y ya no íbamos a conducir, nos tomamos unas copas y a la cama a descansar, que el frío que preveíamos para el día siguiente estaba empezando a bajar los ánimos y nos no lo podíamos permitir.

El viernes amaneció como había finalizado el día anterior. Madrugamos para no tardar mucho en salir y después de desayunar y remolonear un poco en espera de que el sol hiciera subir algo la temperatura nos dirigimos a la gasolinera para repostar, ajustar presiones, colocar los manillares ... vamos, la rutina habitual cuando pasamos del negro a lo marrón (aunque no sería los únicos colores que veríamos ese día). Dentro de las opciones que teníamos, elegimos ir por pistas en dirección a Tragacete para, a la altura del nacimiento del Río Cuervo internarnos en pistas del Parque Natural del Alto Tajo en dirección norte. Si bien el destino final debía ser el pueblo de Zaorejas, a estas alturas de la mañana teníamos ya bastante claro que deberíamos recortar nuestras expectativas (y eso sin saber lo que vendría después).


Finalmente y ya con una temperatura sorprendentemente agradable, nos dirigimos por carretera hacia el norte para tomar el primer tramo de pistas que nos debería llevar hasta cerca de Tragacete. Los primeros kilómetros discurrían por unas pistas en muy buen estado y el sol nos empezó a animar. Pero en cuanto empezamos a ascender a cotas mas altas de la serranía de Cuenca, el sendero se estrechó, el firme ya no era tan firme y los primeros tramos nevados nos hicieron ver que avanzar a buen ritmo iba a ser mas complicado de lo que pensábamos. Y no por la nieve en si, sobre la cual la moto no tracciona mal del todo, sino porque la nieve debía tener más de una semana y se acumulaba en las zonas de sombra, lo que la había convertido en bloques de hielo con bastante peligro. Tras pasar un pequeño tramo de nieve y parar a hacer unas fotos, poco mas de un kilómetro después nos encontramos con un tramo algo mas largo que no nos dio mucha confianza. Nos bajamos a ver el estado del terreno y como nos temíamos, por la zona central del camino donde habían pasado algunos vehículos compactando la nieve la adherencia era, por decirlo suavemente, escasa. Poco a poco y de uno en uno fuimos pasando por el lateral del camino, donde la nieve estaba menos helada sin mayores dificultades para darnos de bruces con una rodera en la que religiosamente y como los patos que siguen a la madre, todos nos metimos siguiendo a Pablo que en este momento abría camino.


No sabíamos con qué nos encontraríamos más adelante, pero como vimos por el mapa del gps que el camino descendía decidimos seguir con la confianza de no encontrarnos mucha mas nieve hasta salir al siguiente enlace de carretera. Y vaya que si descendía, porque no mucho más adelante el camino se convirtió en una trialera en no muy buen estado, con zanjas causadas por la lluvia y puede que también por el paso de camiones que transportan madera por esta zona de la sierra. En este momento Richi se había quedado el último para grabar el descenso en vídeo y la mala suerte (o el cabrón de Murphy, según se mire) hizo que al poco de iniciar el descenso, la moto se calara dando con ella, que no con su jinete en el suelo. Es lo que tienen estos caballos, que a la que tienen ocasión se echan a pastar. El resto del grupo no pudo parar hasta que el camino se hizo un poco menos complicado, lo que no sucedió hasta varios cientos de metros más abajo. La situación era la que suele ser en estos casos: la moto en una situación complicada para levantarla uno solo, el resto del grupo a la suficiente distancia como para no saber que había pasado y la cobertura de móvil perdida en algún remoto rincón del pinar. Richi haciendo cualquier cosa por inverosímil que parezca (como intentar calzar la rueda delantera con unas piedras para intentar levantar la moto) y el resto agarrándose un sofocón para subir andando la trialera para ayudarle. Este proceso no llevaría menos de 20 minutos, pero finalmente entre todos levantamos la moto sin mayores problemas y nos reunimos abajo.



Tras un breve descanso para recuperar el aliento, continuamos por la pista hasta la carretera, no sin antes vadear un par de arroyos con alguna placa de hielo surgida con bastante mala leche en medio del camino. Al poco rato paramos en Tragacete para estudiar la situación. Siendo aproximadamente la una y media de la tarde, y viendo la nieve que podía haber por las pistas de la sierra nos planteamos si dejar la ruta para mejor ocasión, pero nos resistimos y decidimos dirigirnos al nacimiento del Río Cuervo, hacer pistas un rato y darnos la vuelta para comer por la zona de Beteta. El enlace por carretera hasta el inicio de la pista con bastante nieve acumulada en las cunetas no presagiaba nada bueno, y los malos augurios se confirmaron a escasos treinta metros de dejar el asfalto. En medio de la pista se extendía una capa de nieve helada de unos cincuenta metros de longitud. Bien es cierto que nos gustan los retos, pero todo parecía indicar que esa iba a ser la tónica general durante casi toda la ruta, así que, muy a nuestro pesar y después de una pequeña asamblea decidimos que lo mejor sería dejarlo para una ocasión en la que el tiempo fuera mas propicio, tal vez en primavera.



Tras una parada para comer en Beteta, productos típicos de la zona, volvimos a Madrid ya por carretera pasando por las Hoces de Beteta y Priego (una carretera preciosa, si no la conocéis merece la pena una visita). Aunque la intención inicial era no coger autopista, cerca de Sacedón empezó a anochecer, así que tiramos dirección a Guadalajara para volver a Madrid antes de que el frío convirtiera el retorno en una copia del día anterior (con razón dijo Fernán Gómez que las bicicletas son para el verano).

Esperemos que os haya gustado y seguiremos contándoos nuevas y heladas aventuras.
¡Hasta la próxima!

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