miércoles, 25 de junio de 2014

Crónica de la ruta de asfalto en moto por el sur de Francia y este de España

Ruta de asfalto en moto desde Madrid pasando por el pirineo Aragonés, pirineo Francés, las Landas, el Perigord, valle del Lot, valle del Tarn, valle de Aveyron, pirineo Catalán, Serra da Montsant, el Priorat, Peñíscola, sierra del Maestrazgo, sierra de Albarracín, serranía de Cuenca y la Alcarria.

Como ya os prometimos en el previo a la ruta, aquí está la crónica de esta grandísima ruta primaveral de 12 días por el sur de Francia y el este de España. Esta vez, y esperamos que sirva de precedente, la ruta la hicimos exactamente como estaba planeada, incluso nos permitimos el lujo de llevar kilómetros de ventaja ¿increíble verdad? pues sí, así se dio en general excepto uno de los accesos cerrados en el pirineo francés que ya comentaremos en la crónica, aunque con una cosa así ya contábamos. La ruta estaba configurada para hacerla por el sur de Francia, concretamente por las 3 grandes regiones del sur (Aquitania, Midi Pyrenées y Languedoc-Roussillon), aunque la zona este de España de vuelta ha sido espectacular. Algunas partes ya las habíamos hecho en moto, pero otras no, y por supuesto os lo contamos en esta crónica.

Etapa 1: Hacia el pirineo Aragonés
Bueno, como siempre esta primera etapa es la más aburrida, monótona y con pocas sensaciones, ya que como es usual, siempre salimos después de abandonar nuestros respectivos trabajos y para acercarse al pirineo desde Madrid a las horas que podemos salir, no nos queda otra que tirar de autopista. Pero lo que hace grande a esta etapa es que precisamente es la primera, y mientras vas rodando por la autopista con una temperatura agradable y un sol que simplemente te acaricia sin abrasar, vas pensando en los 12 días que te quedan por delante, lo que vas a ver, a disfrutar, a sentir....




En esta ocasión habíamos reservado un apartamento en Tramacastilla de Tena, un pueblo cerca de Sallent de Gállego, así que no nos preocupaba demasiado llegar tan tarde. Una vez que acabamos la aburrida autopista hasta Zaragoza y seguir con dirección Huesca, nos encontramos en una gasolinera a un individuo con un utilitario muy curioso para andar por tierras mañas. Después de charlar un rato con él y hacernos unas fotos de rigor, a los pocos kilómetros, ya nos encontramos con la primera bajada de temperatura al pasar la Sierra de Guara. La naturaleza nos daba pistas que entrábamos en zona prepirenaica, pero al pasar Guara, volvió a ascender y sin ningún problema. Cuando pasamos Biescas, y dejamos nuestro querido valle de Ordesa a nuestra derecha, ya se empezaban a ver los primeros picos con más nieve de lo que pensábamos y empezamos a tomar las primeras curvas en el valle de Tena. ¡¡¡¡Comenzaba la ruta!!!!.



Llegamos directamente a nuestro apartamento (muy chulo por cierto) en Tramacastilla de Tena. Nos cambiamos, hicimos unas fotos, dejamos las motos candadas...la parafernalia de siempre, pero con plena tranquilidad pensando: "bueno hoy estamos aún en España, no hay prisa por tomar unas cervezas y cenar, mañana ya será otra historia" (ilusos de nosotros). Cervezas las que quisiéramos, comer ya era otra cosa. Tramacastilla en este mes de mayo es un pueblo fantasma, con lo que se nos complicó lo de cenar y tuvo que ser unos platos a base de embutido frío y no barato precisamente, pero el caso era meter algo en el estómago desde los bocadillos que comimos por el camino.


Etapa 2: Objetivo Circo de Gavarnie
Nos despertamos a las 8:00 de la mañana y decidimos que iba a ser la hora ordinaria de nuestro viaje. Decidimos salir directamente y parar a desayunar en Sallent de Gállego, que con la luz que había ya desde horas tan tempranas, estaría precioso entrar desde la comarcal A-136, puesto que se ve desde arriba todo el valle y el pueblo enclavado en la parte inferior, y así fue, esperamos que la grabación del video luego le haga justicia. Desayunamos tranquilamente y continuamos por la comarcal con un día espléndido para acceder a Francia por un paso realmente espectacular, el portalet.


Las sensaciones de pasar por el portalet, después de abandonar la estación de Formigal, con un sol y una luz perfecta hasta llegar a la estación de Artouste ya en Francia son muy difíciles de describir. El pirineo más escarpado que une roca y la mezcla de verde de los distintos tipos de árboles aliñado con los mantos de nieve y el cielo completamente azul es difícil de explicar, pero lo podréis ver en el video. No podíamos dejar de lado el chamizo donde nos tuvimos que resguardar hace unos años en nuestra ruta por Pirineos, y así lo hicimos, en cuanto lo vimos paramos para hacer unas fotos y mirar hacia el horizonte y recordar esa tormenta brutal en plena montaña.




Continuamos nuestro camino y tuvimos que hacer un alto para hacer unas fotos al subir el puerto pasado Gourette. Las vistas son espectaculares pero nos esperaba todavía la subida al col d'aubisque para continuar camino a Gavarnie. Justo aquí en el col d'aubisque es donde tuvimos nuestro único imprevisto de todo el viaje. La carretera que continuaba hacia Gavarnie estaba cortada por obras y decidimos parar a comer, tomar unas cervezas y pensar cómo llegábamos a Gavarnie, en el único sitio que había en lo alto del puerto.





Después de comer y charlar, decidimos ir a Gavarnie por el único sitio posible, después de encontrarnos a otros moteros asturianos y gallegos que les ocurrió exactamente lo mismo que a nosotros. Seguimos nuestro camino atravesando Lourdes hasta volver a enganchar nuestro track original pasando por Luz Saint Sauveur y la tremenda carretera que va hasta Gedre y finalmente donde acaba el asfalto en Gavarnie. Desde el mismo pueblo ya se veía el inmenso circo de telón de fondo. Nos dividimos para buscar alojamiento y conseguimos una casa antigua con unas tremendas vistas por un precio muy bajo. Aunque el plan original era acercarse al circo al día siguiente por la mañana, como aún había mucha luz y el día estaba perfecto, decidimos cambiarnos rápido y acercarnos esa misma tarde aún a riesgo de no poder cenar (y casi lo conseguimos), pero siempre, o casi siempre que se viaja sin guiones establecidos, salen bien las cosas.





Encontramos de pura casualidad el único sitio abierto literalmente en todo el valle. Nos dimos un buen homenaje de cena francesa deliciosa en un hotel restaurante en Gedre: "La Breche de Roland". Todavía estamos saboreando el exquisito magret de canard y el steak tartar de salmón y vieiras. La creme brulee de postre, no estaba mal pero era una variante con frutos rojos y sinceramente no estaba igual que la clásica.




Etapa 3: Cenando entre dunas, bosque y mar....bajo las estrellas
Salimos temprano de la casa directos a buscar un sitio para desayunar, pero en Francia todo esto con los horarios tan extraños que tienen se complica bastante. Logramos tomarnos tan sólo un café y comprar en un Carrefour para llevar algo que echarnos al estómago y unos vinos en momentos de necesidad. Salimos por la misma carretera pero esta vez dirección norte. Una vez que dejamos a un lado Lourdes, la carretera se hizo más aburrida y monótona, salir por esta parte de Francia dirección norte recuerda a esas rectas interminables de La Mancha. Esto lo demostraba el hecho que estando ya a bastantes kilómetros de los pirineos, si te dabas la vuelta los veías al fondo con los picos nevados como una fotografía. En el track tratamos de desviarnos lo más posible y pasar por pequeños pueblecitos de la Aquitania que van desde el pirineo hasta Burdeos, que hizo más ameno el viaje, pero aún así, fue bastante monótono, y sobre todo viniendo de disfrutar de los pirineos, el contraste es muy grande.

Después de parar a comer en un buffet como si no hubiera mañana, tuvimos que hacer nuestra pequeña siesta en pleno césped mientras los paisanos cerraban el establecimiento, todo un espectáculo.



Continuamos nuestra ruta hacia las Landas, el paisaje ya acompañaba mucho más, kilómetros y kilómetros de árboles y más árboles, rectas inmensas, industrias madereras. Un paisaje totalmente distinto, donde se podía apreciar en las cunetas que había ya arena y justo eso es lo que íbamos buscando. Llegamos hasta la bahía de Arcachón y nos paramos en el mismo pueblo pero decidimos (con muy buen juicio) alejarnos un poco del bullicio de Arcachón y buscar algo más apartado, algo más especial. Desde luego que acertamos plenamente, conseguimos una cabaña en un camping justo debajo de la Duna de Pyla, ESPECTACULAR. Después de dejar las motos, cambiarnos de ropa y preparar una bolsa con comida y bebida comprada por la mañana en Carrefour (nos vino que ni pintado), nos dispusimos a subir la inmensa duna hasta crestearla, subiendo, bajando, rebozándose, en fin, como críos. No os podemos describir cómo nos quedamos medio tontos sentados en la cresta viendo cómo se ocultaba el sol, para después darnos nuestro particular homenaje de picoteo y vino bajo el cielo estrellado y totalmente despejado, con el mar a un lado y el inmenso bosque de las Landas al otro.








Etapa 4: Rodando entre viñas por el Perigord
Como le llevábamos ventaja a la ruta, esta vez nos levantamos más tarde, más tranquilamente y no pudimos irnos de allí sin volver a subir a la gran duna, deleitarnos del tremendo paisaje desde arriba por la mañana y hacer una carrera de bajada (que ya veréis con más detalle). Después tampoco quisimos irnos sin darnos un buen baño en la piscina del camping con una temperatura de agua perfectamente acondicionada. Después de nuestras actividades matutinas salimos del camping dirección Burdeos para adentrarnos en el Perigord. La llegada hasta las inmediaciones de Burdeos fue también bastante aburrida, pasando por muchísimas poblaciones, semáforos.

Una vez que ya entramos de lleno en el Perigord, la cosa cambió aunque como íbamos dirección valle del Lot, cogimos las carreteras que van de oeste a este que son más rectas pero aún así, hacer un paseo por el Perigord acompañado siempre de viñas, paisajes verdes, colinas similares a la Toscana, y atravesando unas cuantas veces el Dordogne, para nada echaba para atrás. Hicimos una paradita en Saint Emilion, pueblo precioso que vive prácticamente del vino, una appelation de Burdeos que tiene mucho prestigio. La única pega que al ser sábado, había demasiada gente para nuestro gusto, pero aún así le dimos una vuelta y nos paramos en una terracita a degustar un burdeos, como mandan los cánones.





Para comer decidimos pararnos junto a un supermercado, reponer nuestras alforjas de comida para el camino y comer allí mismo para ahorrar costes por un lado, y por otro porque la hora ya era difícil para comer en Francia. Seguimos dirección Bergerac donde no pudimos parar porque no se puede ver todo, aún así, para los que lo conocemos, desde aquí os invitamos a que lo visitéis, merece la pena. Siguiendo la ribera del Dordogne, la carretera mejoraba por momentos y decidimos parar en un pueblecito en fiestas (ahora explicamos cómo fueron) que se llamaba Lalinde, junto al Dordogne muy cerca de un puente precioso frente a uno de sus pequeños meandros. Aquí conseguimos una casa rural espectacular con piscina y desayuno incluído para dormir.



Cuando bajamos al pueblo en fiestas, porque lo indicaban sus guirnaldas y su hilo musical aterrador en todo el pueblo, nos encontramos a las 19:30 de una tarde soleada y con 22º de un mes de mayo, un pueblo totalmente vacío y desolado. Cuando entramos una hora antes había gente en las terracitas, paseando por la calle...¿pero qué coño ha pasado? parecía uno de los capítulos de The Walking Dead. Así que después de pasear y pasear por el pueblo acabamos, como decía Sabina en "ojos de gata", en la barra del único bar que vimos abierto. Allí nos tomamos unas cuantas cervezas mientras esperábamos al resto del grupo que se había entretenido en la piscina. Hablamos con algunos lugareños, que por cierto nos llamaron burgueses ¡¡a nosotros!! cuando les dijimos que estábamos en la casa rural de arriba fuera del pueblo, que sí, que la casa era preciosa y grande y de todo pero salió tirada de precio. Después conseguimos encontrar un Kebab para cenar, donde todo hay que decirlo, cenamos de fábula. Después de charlar con el dueño en inglés, cosa bastante extraña en Francia, volvimos al único bar del pueblo que seguía abierto y allí terminamos con una copichuela ¡¡¡coño que eran fiestas!!!.



Etapa 5: Entre el Perigord y el valle del Lot
No podía empezar mejor la mañana que desayunando en el jardín de nuestra casa con un desayuno de marqueses. Un día soleado, despejado y perfecto para ir en moto.



Después de ese pacífico desayuno seguimos nuestra andadura por el Perigord haciendo una parada obligada en Sarlat. Es una población donde se han rodado multitud de películas y series del medievo. Dejamos las motos en un "parking de motos", lo definimos así porque, aunque estaba prohibido aparcar, había cantidad de motos que hacían ruta por allí, así que decidimos aplicar el lema de: "donde fueres....haz lo que vieres". Nos adentramos en el casco antiguo de Sarlat y descubrimos el porqué de rodar allí cualquier escena medieval. Después de patearnos sus callejuelas, plazas y un mercadillo en un sitio muy curioso, nos adentramos a los pocos kilómetros en el parque natural de Quercy, ya en el valle del Lot.







Aquí realmente comenzaban ya las carreteras mucho más divertidas, repletas de curvas, paisajes y pueblos que os iremos contando a lo largo de esta crónica. Tomamos una de las carreteras adentradas en el valle del Lot por la parte norte donde el paisaje tan verde y la carretera solitaria hacía que disfrutáramos cada metro y cada minuto de nuestro viaje. Decidimos parar a comer en un pueblecito a pocos kilómetros de Rocamadour, donde comimos bastante bien en una terraza con un tiempo idóneo.


Después de los cafés de rigor para evitar el sueño, aunque en esta zona os aseguramos que no hacía falta, llegamos a un alto donde se veía Rocamdour desde una especie de balcón. Bajamos la carretera muy tranquilos, ya que merecía la pena el deleite en vez de la diversión de las curvas para admirar dónde está enclavado Rocamadour.






La carretera seguía despertándonos de la modorra con sus curvas, paisajes y sus pueblos característicos del Lot hasta que llegamos a tiempo de hacer una visita a la Gouffre de Padirac a última hora. Tenemos que decir que unos bajamos en ascensor y otros por las escaleras pero bueno, aquí cada uno eligió la forma. Es una sima de unos 100 metros de desnivel respecto a la apertura de acceso donde se visitan unas cuevas subterráneas a pie y luego en una pequeña barcaza.




Pasado Gramat, seguimos haciendo curvas y más curvas hasta llegar cerca de la pequeña población de Reyrevignes donde teníamos reservado desde el desayuno (por internet) unos bungalows en un camping con piscina, donde lo primero que hicimos nada más llegar obviamente fue darnos un merecido baño. Después del baño hicimos nuestra barbacoa por la noche con lo que compramos a mediodía.





Etapa 6: Casi un millón de curvas
Según nos levantamos tuvimos que hacer un apaño con el baúl de una de nuestras motos, ya que iba poco a poco descolgando debido a una instalación más que criticable. Lo apañamos con un par de bridas que pedimos al que estaba al cargo del camping y unos pulpos. Iniciamos el rumbo con el estómago vacío porque allí no había nada para comer ni desayunar. En cuanto vimos un sitio con pinta de que nos dieran algo, allí paramos. Preguntamos a un hombre muy simpático que si podíamos tomar un café y en un perfecto francés nos dijo algo como: "mon dieu, évidemment" (o algo así). Pero cuando le dijimos que si había algo para desayunar nos dijo que no tenía nada, que el pan se estaba haciendo ya para la comida en el restaurante. Se nos quedaron las caras blancas pero aún así decidimos sentarnos en la terraza al menos a tomar un café. Menos mal que bajó su mujer (o eso nos pareció que era) inmediatamente a preguntarnos que si queríamos desayunar. ¡¡Así si hombre, así sí!!!, estaba clarísimo quién llevaba la iniciativa y la parte comercial. En seguida la mujer nos trajo unos brioche tiernísimos acompañados de miel, mantequilla, mermelada, unos yogures, zumos y para el listo del grupo (que allí decía que era celiaco, aunque realmente le están buscando a qué tiene alergia) una tortilla recién hecha.



Continuamos hacia Cabrerets, donde obligatoriamente tuvimos que hacer ya una parada, porque si fuera por parar, se podría parar cada 10 metros a hacer fotos y deleitarse con el paisaje del Lot, bastante similar en muchas ocasiones a nuestra serranía conquense. A pocos kilómetros ya nos cruzamos con el río Lot, que da nombre al valle y seguimos su curso hasta llegar al precioso Saint Cirq de La Poppie, donde tuvimos un problema de entendimiento y al final no pudimos parar. Al igual que anteriormente dijimos con Bergerac, Saint Cirq de La Poppie es obligado sí o sí en el Lot, como tantos otros, pero este, uno de ellos.




Continuamos por unos desfiladeros que también nos recordaron al de los Gaitanes en Málaga y con la inmesidad de curvas y chicanes que acompañan la ribera del Lot hasta salir cerca de la población de Cajarc, donde finaliza el parque del Quercy para adentrarse unos kilómetros más adelante con el otro valle, el Aveyron. Después de repostar, que algunos iban ya en reserva total, paramos a comer en un sitio junto a la carretera donde comimos a la hora límite un menú del día por 12 € y un gran vino de Gaillac a muy buen precio con una camarera muy simpática. Quizá también nos pareció más simpática el hecho de que nos dejaran comer a las 14:30, casi imposible en Francia. Después de las únicas rectas que vimos por el camino, ya cerca de Rodez, empezamos a ver al fondo el parque nacional del Cévennes. Se veía al fondo y teníamos ya ansias de meternos dentro pero lo único malo era mirar al cielo, acechaba tormenta por allí, pero...¿quién dijo miedo?.

Sin más dilación, entramos ya en el Cévennes y poco a poco el cielo se fue tiñendo de gris. Conforme íbamos subiendo iba bajando también la temperatura y cómo no, comenzó a chispear. A los pocos kilómetros nos temimos lo peor, nos apartamos donde pudimos y nos pusimos los trajes de agua. Aquí siempre hay una regla, si quieres evitar una tormenta, ponte el traje de agua, que al final no lloverá y encima pasarás algo de calor. La poca lluvia que cayó fue únicamente los primeros minutos y después, dicho y hecho, poco a poco, se fueron disipando los nubarrones negros, y aunque la tarde ya se quedó un poco nublada, pero la temperatura fue más agradable y ya no volvió a caer ni una sola gota en todo lo que restaba de tarde.

Continuábamos con la infinidad de curvas hasta que bajamos un puerto precioso con un paisaje espectacular y, abajo del todo, decidimos esa misma tarde coger la carretera por la garganta del Tarn. Impresionante, infinidad de curvas, chicanes, cambios de rasante por un desfiladero que no tiene parangón junto al río y la inmensa pared pegada a la carretera. Qué forma de disfrutar paisaje y carretera.





Continuamos la garganta hasta llegar a La Maléne, un pueblo precioso en plena garganta del Tarn. Allí nos paramos un rato a contemplar la garganta que habíamos estado haciendo desde abajo y decidimos subir el puerto con un desnivel brutal y unas curvas más que sinuosas, para ver la garganta desde el punto más alto.





Iniciamos la subida al puerto, y después de un desvío llegamos hasta el final de la carretera. Cuál fue nuestra sorpresa que había un bar mirador donde querían cobrarnos para entrar a ver las vistas, era privado. Como buenos españolitos que somos dijimos.... ¡va a ser que no!. Así que tomamos otra alternativa, más atrás vimos otro desvío que parecía indicar que también se podían ver pero no estábamos demasiado seguros. Llegamos hasta el final y ya salía una pista de tierra ¡¡¡hombre.... nuestro momento offroad!!! pues perfecto entonces. Tiramos primeros los que llevamos trail y hacemos offroad hasta donde pudimos llegar, porque luego se complicaba demasiado y no llevábamos nada para hacer offroad y además era ya tarde. Las otras motos se quedaron más atrás obviamente. Al final conseguimos nuestro objetivo, ver esas vistas maravillosas de la garganta del Tarn desde el punto más alto, haciendo un poco de pista y sin pagar un duro ¡¡qué más se podía pedir!!.




Después de esta grandísima e intensa jornada, decidimos que ya era hora de buscar un alojamiento, así que los que habíamos podido subir con la moto a ver la garganta desde arriba, fuimos adelantándonos para buscar algo, mientras el resto fue a pie a ver el mirador. Conseguimos un hostal-restaurante en plena carretera, cerca de Sainte Enimie, que nos venía muy bien para el track del día siguiente que prometía ser duro, largo y no sabíamos si con tantas curvas como éste. Cenamos en el restaurante, ya que cogimos habitación + desayuno + cena por 42 € por barba y caímos rendidos en la cama.

Etapa 7: Un millón de curvas
Nos levantamos para desayunar en el mini-buffet del hostal restaurante, bastante cutre, todo hay que decirlo. Nos pusimos rápido en marcha porque la jornada se preveía dura. Tuvimos que hacer únicamente unos pocos kilómetros para coger el track que teníamos previsto y ya empezamos a coger las primeras curvas matutinas. La mañana amaneció nublada pero de momento nada de lluvia, íbamos mirando hacia arriba cada cierto tiempo rezando a Tutatis que nos respetara esta magnífica jornada y supongo que al estar en la galia, se compadeció de nosotros. Comenzamos a bajar un puerto con unos tintes nublados tan sólo en las cumbres más altas que se confundían con los picos rojizos de las montañas más rocosas y el verde del Cévennes, recordaba un poco a tierras Escocesas o a la isla de Madeira.




Llegamos a Florac y aprovechamos para llenar los depósitos y continuamos la jornada por el Cévennes. Seguíamos viendo paisajes de cuento, todo absolutamente verde, disfrutando cada metro de asfalto y la enorme fortuna de rodar solitarios por cualquier sitio. Paramos a tomar unas cervecitas en una terraza junto a un puente, ya que el cartel nos daba la bienvenida de forma muy explícita.



Antes de comenzar a subir el puerto que lleva a la parte más alta del Cévennes, pasamos por una zona de chicanes totalmente selvática y eso sí, con el asfalto ya húmedo así que había que ir con más cuidado. Comenzamos a subir el puerto y ¡¡¡sorpresa!!! niebla totalmente espesa, sobre todo en la parte más alta donde se encuentran las estaciones de esquí alpino y de travesía. Los últimos metros ni siquiera los llegamos a subir, porque al estar la niebla tan absolutamente cerrada y espesa era bastante absurdo subir el último par de kilómetros, así que bajamos para seguir nuestro recorrido.





Al bajar y pasar la barrera de la niebla, nos dábamos cuenta poco a poco, de la montaña absolutamente verde y enorme que habíamos subido por una ladera y bajado por la otra, fue tremendo, y la niebla le daba un feeling especial desde abajo, pero nos quedamos sin poder verlo desde arriba. No se puede tener todo. Después de bajar toda la ladera, vimos un rinconcito perfecto para comer de nuestros propios recursos. Qué mejor entorno y mejor compañía que todo lo que teníamos alrededor.






Después de comer tampoco tuvimos descanso, el día amenazaba con más curvas, más ruta, más paisaje y eso nos emocionaba profundamente a todos. Iniciamos, lo que podríamos denominar, nuestra salida del parque del Cévennes por Navacelles y allí nos esperaba otra maravilla. El circo de Navacelles. Tuvimos que hacer unas cuantas paradas para admirar las vistas de vértigo que se veían desde arriba y se dejaba notar un pequeño "hilo" a lo lejos bordeando y ascendiendo en toda la montaña. Por ahí se suponía que teníamos que ir. No podíamos dejar de mirar y decir ¡¡vamos chicos, a las motos!!. Primero comenzamos a bajar dejando a un lado el pueblo homónimo al circo y si la bajada fue revirada, sinousa y lenta, la subida que se nos venía encima era más del doble. Fue increíble. Esperamos que las grabaciones de los videos hagan la mayor justicia posible a todo lo que vivimos.








Al terminar con esta magnífica y vertiginosa subida, tuvimos que tomarnos un café a los pocos kilómetros para comentarlo e intercambiar nuestras impresiones. Continuamos por una recta, sí una recta, la primera y única del día, que nos indicaba la salida del Cévennes por el sureste y nos metimos poco a poco con el parque natural unido al Cévennes. El parque natural del Haut Languedoc. Pues ¿qué os imagináis? curvas, y más curvas. El paisaje, aunque plenamente verde, era algo distinto, había más colorido debido a las flores de mayo. A los pocos kilómetros, Tutatis dejó de protegernos porque amenazaba otra vez lluvia y sí, esta vez chispeo durante no más de 5 minutos y otra vez atravesamos unos bancos de niebla bastante espesos pero fueron en puntos concretos, con lo que decidimos seguir hacia adelante a ver si eran bancos enclavados en determinadas zonas del valle, y así fue. Hicimos otra parada antes de llegar a Brassac que era nuestro destino aproximado en el track y después continuamos los últimos kilómetros de un verdadero circuito. Carretera ancha, perfectamente asfaltada con curvas muy rápidas. Fue el gran desenlace de esta jornada dura, larga, y como hemos denominado en el título de esta etapa, más de un millón de curvas. A nuestro juicio, de las mejores que hemos hecho hasta la fecha.






En Brassac no encontramos nada para alojarnos así que al final después de ir hasta Castres, ya que nos habían recomendado un sitio, tampoco había nada. No sabemos si había algún acontecimiento o algo porque todo estaba completo. Compramos la cena a las 21:00 en un Subway y deshicimos nuestros pasos hacia una casa rural que habíamos visto de camino a Castres. Se nos ocurrió la genial idea de ir a Castres haciendo caso de lo que nos recomendó el lugareño a pesar de la hora que era y habiendo visto ya la mencionada casa que estaba genial. Evidentemente fue el efecto del cansancio, fue la mejor jornada, pero nos fulminó las neuronas.



Etapa 8: Vuelve a casa....para zampar
En la casa rural nos hicieron un buen desayuno a base de tostadas, zumos y para "el celiaco", cómo no, tortilla recién hecha. Retomamos la ruta donde la dejamos, ya se habían acabado las curvas. Teníamos un pequeño paréntesis a través del Languedoc hasta retornar a los pirineos, esta vez por los catalanes. Hacía un vendaval qué ni Tarifa, muchas veces costaba llevar la moto recta y de vez en cuando los bandazos que daba el viento eran muy desagradables. Continuamos dirección Carcassone donde hicimos una parada para ver la preciosa ciudad y su casco antiguo totalmente amurallado, literalmente en un castillo. La verdad es que aunque había gente yo lo había visto con bastante más, así que hasta me pareció muy moderado para ser tan turístico. Después de comprar unos chocolates y las pertinentes pegatinas para nuestros top case de las motos, reanudamos el viaje.




La ruta a partir de Carcassone empezó a ser mucho más amena, debido a que había mucho menos tráfico y que nos metíamos poco a poco en zona prepirenaica. Las carreteras empezaban a ser más solitarias, con más curvas, hasta que empezamos a ver los pirineos al fondo y empezar a pasar los primeros desfiladeros. Seguidamente empezamos a subir el primer puerto y entramos de lleno en el pirineo. Los primeros tramos de carretera no estaban demasiado bien asfaltados. Esto a alguno de nosotros que vamos con motos trail nos importa poco, pero el resto le da más importancia. Una vez pasado el primer gran puerto el asfalto mejoró y empezamos a disfrutar todos por igual. Comenzamos a pasar las indicaciones de las estaciones de esquí francesas del pirineo catalán y el asfalto iba mejorando cada vez, hasta que se llegó a convertir en un verdadero circuito.



Paramos a comer ya a pocos metros de la frontera en Puigcerdá donde hicimos una pequeña asamblea para decidir si nos quedábamos en la Seu de Urgell o tirábamos un poco más hasta Sort, ya que conocíamos un sitio para dormir, y no nos engañemos, sobre todo para comer donde nos trataron magníficamente bien en la ruta de pirineos. Evidentemente ganó por goleada tirar hasta Sort, así que, después de los respectivos cafés, nos pusimos manos a la obra.

La verdad es que en general las carreteras catalanas están asfaltadas perfectamente, pero en cuestión la N-260 que llegaba hasta Sort es espectacular. Concretamente el tramo desde la Seu de Urgell hasta Sort es para disfrutarlo palmo a palmo, y por supuesto la subida al puerto, con el mirador y esas vistas panorámicas que quitan el sentido a pocos kilómetros de coronarlo, no tienen desperdicio.




Iniciamos la bajada después de quedarnos a contemplar esa imagen desde el mirador, y al fondo ya se veían los picos nevados del Alt Pirineu. A pocos kilómetros teníamos ya nuestro ansiado sitio y allí finalizamos la etapa. Llegamos con tiempo suficiente para dejar las motos en el garaje que tienen allí, engrasarlas, cambiarnos y tomarnos unas cervezas en la terraza para comentar la jornada y echarnos unas risas mientras hacíamos tiempo para la cena que nos esperaba.

Cuando llegó la hora de la cena, como ya nos imaginábamos, pues por 12 € cenamos como reyes: unos ensalada catalana, otros escudella, espárragos y de segundo churrasco, manitas de cerdo a la brasa, conejo relleno de setas y carne en salsa. En fin nos pusimos como boas y para colmo como nos quedamos con ganas de probar el jabalí, uno de nosotros no dudó en pedirlo. Todos le mirábamos como diciendo ¡¡¡pero dónde vas!!! pero nadie se quedó sin probarlo, y encima corrió por cuenta de la casa. Después de los postres, nos tomamos un licor de hierbas para aligerarlo otra vez en la terraza y a descansar que el día siguiente teníamos otra jornada larga y ya nos tocaba descansar en la costa.


Etapa 9: Un merecido descanso
La verdad es que iniciamos la etapa 9 exactamente igual que acabamos la anterior, poniéndonos como boas ya desde por la mañana. Por 4 € desayunamos en el bufete como quisimos y más. Había bastante variedad de bollería, pero sobre todo, un gran muestrario de embutidos típicos catalanes de la zona. Creo que vale más una imagen que mil palabras.




Después del gran desayuno, nos pusimos en marcha. La mañana fue divertidísima sobre todo para las motos que exigen mejor asfalto. El tramo desde Sort, pasando por Tremp, Isona hasta Ponts fue un verdadero circuito. La carretera en perfecto estado, sin tráfico y con una temperatura muy agradable. En Ponts nos paramos a tomar algo fresco porque subía la temperatura y además teníamos que esperar a dos motos que se adelantaron en uno de los tramos muy aptos para ellos, y como no llevaban GPS, se pasaron un desvío.

La cosa se tranquilizó unos kilómetros más allá de Ponts y tuvimos un paréntesis de más tranquilidad y disfrutar del paisaje. Poco a poco íbamos llegando al parque natural Serra de MontSant, cuando decidimos buscar una gasolinera para repostar, ya que en los parques naturales ya se sabe, hay pocas licencias de gasolineras. Después de repostar comenzamos a rodar por la Serra de Montsant, con unos paisajes muy variados. Unas zonas rocosas típicas de la sierra de Madrid, y a la vez unos verdes de distintos tipos de árboles. La carretera comenzó siendo bastante mediocre (ya sabemos que esto es para algunas de nuestras motos, otros las disfrutamos exactamente igual o más), pero luego se convirtieron en un asfalto perfecto. Al principio eran carreteras muy estrechas, con mucha curva cerrada hasta que cogimos una de las carreteras principales. Mientras avanzábamos hacia el sur abandonando Montsant, íbamos acercándonos poco a poco al Priorat tarraconense. La carretera se hizo más ancha, las curvas más rápidas y un peraltado muy bueno, mientras íbamos pasando los preciosos pueblos de la zona del Priorat.




Nos paramos a comer unos bocadillos y ensaladas en un restaurante que había junto a la carretera, una vez pasado el precioso pueblo de La Vilella Baixa y continuamos nuestro camino. Disfrutamos los últimos kilómetros antes de que decidiésemos ponernos la ropa de agua, ya que el cielo amenazaba con tormenta, conforme nos acercábamos a la costa. Como era de esperar, nos cayó la lluvia durante una media hora, pero el cielo ya se veía mucho más despejado al llegar a Sant Carles de la Rápita y Vinarós. Sin duda este fue el tramo que nos sobró, aunque ya lo sabíamos de sobra. Desde Vinarós hasta Peñíscola fue un auténtico suplicio de recta pasando pueblos, lleno de camiones, semáforos, en fin, carretera de costa.

Ya en Peñíscola cogimos una apartamento bastante grande y a muy buen precio, ayudó mucho el estar fuera de temporada y tener tantos pisos vacíos, a medio construir y todo lo demás. Ya sabéis perfectamente el drama de este país y sobre todo las pésimas políticas que se han hecho en más de 30 años afectando sobre todo al sur y el levante. Después de cambiarnos y candar las motos, nos fuimos a dar una vuelta a ese precioso casco antiguo que tiene Peñíscola junto al castillo de Papa Luna. Después de tomar algo cenamos en un sitio muy modesto al pie del casco.




El día siguiente fue absolutamente de relax. Fuimos a darnos unos baños a la playa, que hacía un día soleado aunque no con demasiado calor, pero la temperatura del agua estaba perfecta, al menos para los que no nos gusta demasiado caldeada. Después nos dimos un homenaje en una pulpería a base de pescados, arroz y fideua. Entre que llegamos a comer tarde, lo que tardó el arroz y la fideua en hacerse y la sobremesa tranquila y sin ninguna prisa que hicimos, ya casi nos dio la tarde para descansar en el apartamento.






Etapa 10: El maestrazgo y el arte levantino
Salimos de Peñíscola a la mañana siguiente con un día completamente distinto al anterior. Un día nublado, gris y con perspectivas grandes de lluvia hacia el Maestrazgo. Tuvimos unos pocos kilómetros por la aburridísima carretera de la costa hasta que cogimos el desvío a Morella. Desayunamos en una terraza de un restaurante al pie de Morella con sus preciosas vistas desde la parte más baja. Subimos hasta el parking que había en la parte superior para dar una pequeña vuelta por el pueblo, aunque el día no invitaba demasiado a una visita, pero al menos sí para darle un paseo por Morella.




Una vez que salimos de Morella, poco a poco íbamos desviándonos de los nubarrones y tuvimos unos claros que agradecimos muchísimo al entrar en la provincia de Teruel. La verdad que este tramo de ruta fue precioso a través del Maestrazgo turolense. El paisaje de secano, desértico y de altura que ofrece el Maestrazgo es una maravilla para disfrutarlo en moto. No había apenas tráfico para ser un sábado y los pequeños y maravillosos pueblos que íbamos pasando, confirmaban la soledad y tranquilidad de la zona. Tuvimos que hacer una parada obligada en Casavieja para disfrutar de sus magníficas vistas. Era el preludio de nuestro destino final, Albarracín.


Tuvimos unos kilómetros tranquilos en cuanto a las nubes amenazantes, seguíamos evitando las nubes y dirigiéndonos hacia los claros, pero llegando ya a Albarracín vimos que esta última no la podríamos evitar, así pues continuamos para comprobar dónde sería. Efectivamente comenzó a caer ya a pocos kilómetros, decidimos tirar hasta Albarracín y allí mismo, junto a un restaurante dejamos las motos y decidimos comer.



Después de comer reservamos una habitación para 5, ya que uno de nosotros nos abandonaba ya por motivos familiares. Le tocaba tirar hacia Madrid y perderse la tarde cultural en Albarracín y la jornada del día siguiente, pero no tenía otra alternativa. Después de cambiarnos y organizarnos tuvimos nuestra tarde de rutas a paseo por los abrigos de arte rupestre levantino. Aprovechamos hasta el último rayo de luz para hacer prácticamente todas las rutas propuestas por la zona hasta la hora de la gran final de la Champions entre los dos equipos madrileños, que al final, vimos ya empezado. La ocasión lo merecía con creces. Después del partido, salimos a tomarnos unas copichuelas por Albarracín ya con caras un poco tristes porque se nos acababa esta gran ruta, pero muy contentos por otro lado, recordando precisamente eso, la gran ruta que habíamos hecho este año.









Etapa 11: Todo lo bueno se acaba
Como nos negábamos a volver a Madrid, decidimos primero hacer una visita merecida al precioso Albarracín. Así que, después de callejear sus cuestas, pequeños callejones y demás, nos dirigimos directamente a la muralla donde la recorrimos todo lo que pudimos, a pesar de ir ya con las botas de moto calzadas. Las vistas tanto del pueblo, como de la zona y el pinar que se ve enfrente, desde la muralla y las torres son espectaculares. Después de juguetear como niños por la muralla, que si subo, que si bajo, que si nos hacemos unos vídeos, bajamos a desayunar a la preciosa plaza que tiene el pueblo.









Con muchísima pena, cargamos nuestras motos y salimos de Albarracín para disfrutar los últimos kilómetros por la sierra homónima e intentar olvidar que era nuestra última etapa. Al menos en esos momentos donde estás rodando por plena sierra de Albarracín y sigues viendo ese paisaje árido, que poco a poco, se va transformando en verde y una piedra más grisácea cuando te acercas a las inmediaciones de la serranía de Cuenca, te hacía olvidar la tremenda tristeza que te invade siempre en el final de un viaje.



Nos adentramos plenamente en la serranía de Cuenca. Tanto la sierra de Albarracín como la conquense son ya viejas conocidas por la mayoría de nosotros, pero aún así, nunca dejan de sorprenderte y de disfrutar sus paisajes, barrancos, ríos de un color turquesa...Nuestra última parada fue en algún apartadero para admirar los paisajes que te ofrece esta gran serranía, dejar constancia del nacimiento del Tajo, que no deja de ser un curioso chorro no más grande que un grifo cualquiera y una última parada en el Ventano del Diablo.








Para finalizar la Alcarria nos ofreció una de las imágenes más bellas de toda la jornada. Esos campos coloridos de mayo que mezclaban tipos de verde, con tipos de amarillo, naranjas. Un verdadero óleo. La pena fue no podernos parar a fotografiar esta maravilla y no nos quedaba batería para filmarlo, pero otra vez será. No lo dudéis. Con esta imagen grabada en nuestras cabezas acabó nuestra grandísima ruta de este año. Esperamos que la disfrutéis leyéndola y sobre todo, que la del año que viene sea, como poco, igual que esta.

¡¡hasta la próxima!!


1 comentario:

  1. Buenas estoy interesado en hacer esta ruta en verano si me pudieses pasar los tracks te lo agradecería ikerabajosonaindia@gmail.com y mi movil es 606075585 gracias y un saludo.

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