miércoles, 10 de abril de 2013

Vuelta a casa en la Maroc Challenge 2013. Merzouga - Melilla y Melilla - Madrid (1200 kms).

Crónica de la vuelta desde Merzouga a Melilla y desde Melilla a Madrid de los equipos de la aventura es la aventura en la Maroc Challenge Spring Edition 2013.


Con la satisfacción haber podido terminar la Maroc Challenge 2013, con toda su dureza, tocaba el momento de regresar a Madrid. Esta vuelta nunca es fácil y no hay que subestimarla, puesto que son muchos kilómetros y los coches están muy castigados. De hecho, en nuestra participación en el Panda Raid del 2011, fue precisamente en la vuelta donde la junta de culata de uno de nuestros coches dijo basta.

Salimos sobre las diez de la mañana, hora española, del Riad donde nos alojábamos después de tomar un suculento desayuno. En principio íbamos a volver junto a otros marbellas del equipo JMR racing, por si teníamos algún problema, pero debido a nuestra mala cabeza nos hicimos un lío entre la hora española y la marroquí, y les dijimos que fuesen saliendo ellos, pues les íbamos a retrasar una hora.



El camino de vuelta siempre es de bajón, y más después de una semana tan intensa, pero bueno, todo se acaba. Debíamos recorrer en la jornada del sábado 680 kms aproximadamente en dirección norte para tratar de pasar la frontera de Melilla el mismo día por la noche. No sé si lo habéis pensado bien, pero 680 kms en un Seat Marbella por carreteras secundarias de Marruecos es... bueno, mejor que lo experimentéis algún día. A una velocidad media de unos 60-70 kms/h, con alguna punta de 100 kms/h fuimos avanzando poco a poco, atravesando de nuevo las poblaciones de Rissani y Erfoud. Paramos a echar unas fotos, fumar un cigarro y “vaciar el depósito” en el mirador del espectacular palmeral que nos encontramos dirección a Errachidia. Pasada esta gran población, caótica como todas, y en la que sorprende su enorme avenida llena de modernas farolas, que dicho sea de paso, hacen gala de un gusto horroroso y una ostensidad sin sentido a nuestro criterio. Saliendo de Errachidia, se comienza a subir por una espectacular carretera de curvas, bien asfaltada, dirección Midelt, que se encuentra en pleno Atlas. En este punto, los coches ya empiezan a sufrir de mal de altura y notamos cómo vamos perdiendo potencia, teniendo que hacer tramos llanos en cuarta, porque la quinta ya le cuesta arrastrarla. También es cierto que en las llanuras entre montañas a esa altura, el viento que soplaba era fortísimo, y claro, ¡eso no ayuda a nuestros pequeños!.


Antes de llegar a Midelt, cogemos el desvío a la derecha que nos lleva dirección Guercif pasando por Missour. Durante bastantes kilómetros circulamos por esa “categoría” especial de carreteras existentes en Marruecos que sólo conoce el que haya estado. Nos referimos a esas carreteras de doble sentido, pero en cuyo ancho de calzada sólo cabe un vehículo, con los bordes del asfalto mordido y deshecho y una especie de arcén de tierra y piedra. Esta categoría inclasificable de carretera tiene una ventaja. No te duermes. Sí, es cierto, no te duermes, es imposible. De hecho, al final le coges la gracia y hasta es divertido ver cómo viene un coche, furgoneta o camión de frente y, como si de una película al más puro estilo americano se tratase, os miráis de frente a ver quién es más duro y se mantiene en el carril, y quién se acojona en el último momento y se tira al arcén con riesgo de reventar rueda con esas piedras y esos bordes afilados del asfalto... Todo un espectáculo.



Se va acercando la hora de comer, y los compañeros que salieron antes que nosotros nos envían un mensaje indicando que se han parado a comer en Missour, que lo tenemos a unos 50 kms. Son aproximadamente las dos y decidimos ir para allá a comer. Cuando llegamos, en la calle principal de la población, nos encontramos a varios participantes comiendo en una terraza, así que para allá que fuimos. Nuestros compañeros de los marbellas ya habían terminado de comer, así que charlamos un rato con ellos, y continuaron.

El sitio para comer no tenía muy buena pinta, pero es lo que había y no teníamos ganas de buscar más, aunque ya teníamos sospechas de que iban a tratar de timarnos y fuimos preventivos. Ángela, que habla un perfecto francés, les preguntó antes de servirnos cuánto nos iba a costar la comida. Se hicieron mucho los remolones, pero al final nos dijeron que 50 dirhams por la comida y 10 dirhams por la bebida. Vamos, 6 euros por persona. Aceptamos y comenzamos a comer. Y ahora viene lo que veníamos sospechando desde el principio... pedimos la cuenta y nos dicen que 620 dirhams, vamos, que 10€ por persona. Discusión monumental con ellos, que de dónde sale el resto, que si de las aceitunas, ja, ja, ja. Un espectáculo vamos. Lo mejor de todo fue cuando Mario, con cara desencajada, le dice al paisano, con gestos que podéis imagina incluidos:

- Mira, tienes dos opciones, o 320 dirhams... o CERO!!

Bueno, ya podéis imaginar la opción que eligió, aunque tampoco le dejamos mucha opción.

Después de este pequeño incidente, seguimos nuestro camino dirección Guercif, ya bastante cansados. Algunos aprovechamos este rato después de comer para dormir un rato. Un poco más adelante repostamos una vez más, compramos agua y pan para la cena y seguimos conduciendo. Cuando empezó a anochecer, teníamos serias dudas de la visibilidad de nuestra luna de metacrilato, pero la verdad, es que excepto algún reflejo de más que hace respecto a una de cristal, la visibilidad era buena y pudimos continuar sin problemas. Sólo nos faltaba probarla lloviendo, si el limpiaparabrisas barrería de forma adecuada, y el cielo parecía amenazante, pero finalmente no nos llovió. Pasito a pasito, y después de una larga jornada, atravesamos Nador y llegamos a la frontera con Melilla alrededor de las diez de la noche.

En principio, parecía que no íbamos a tener muchos problemas en pasar la frontera, pues no había mucha gente. Tan sólo teníamos unos diez o doce coches delante. La cola avanzó bastante rápido y aparcamos los coches en zona franca para ir a sellar las pasaportes. Aproximadamente en media hora, teníamos todos nuestros pasaportes sellados y parecía que todo iba bien, hasta que empezó el cachondeo con el papel de salida del vehículo. Nadie nos indicaba dónde nos lo tenían que sellar, así que Diana se acercó a un policía nacional de la frontera española a preguntarle dónde debíamos sellarlo. La respuesta parece tarifa plana en la frontera: “ni idea señorita, pregunte al guardia civil que hay más atrás”. Ni lo intentamos, es absurdo, ese papel es para Marruecos y nada tiene que ver la guardia civil. Así que volvemos al lado de la frontera de Marruecos y le preguntamos a un “amable” policía. ¡Nos dice que lo hace él!, vaya, parece que hemos tenido suerte... PUES NO. Resulta que el amigo nos pregunta dónde tenemos los coches, se lo indicamos, y le molesta bastante moverse hasta ellos para comprobarlo (50 metros), así que empezamos mal. Después de resoplar un poco, se marcha con nuestros papeles, vuelve al rato, y aquí empieza el cachondeo. A Mario le falta un sello que no le pusieron en la entrada, así que le dice que debe ir a la oficina “del jefe” a que se lo ponga, y empieza el esperpento:

- Mario: ¿Dónde está la oficina?
- Policía: Indicaciones indescifrables indicando recto como a un edificio.
- M: ¿Ahí?, ¿en ese edificio?
- Policía: Asiente.

Mario se va para allá y vuelve a los pocos minutos.
- Mario: Joder, ¡allí no hay nada!
- Luis: ¿Cómo que no hay nada?. ¿Has mirado en el edificio?
- M: Sí, pero no hay nada.
- L: ¿Y la puerta esa que se ve al fondo?
- M: ¡Está cerrada, sólo hay un yonki tirado en el suelo!

Volvemos a buscar al policía para preguntarle de nuevo dónde cojones está la oficina “del jefe”, y nos indica el mismo sitio de antes. ¡Esto es surrealista!. Cuando Mario está a punto de suicidio, viene un tío y nos dice que le sigamos, que “el jefe” es un gordo que está al otro lado de la frontera, el de los coches que entran a Marruecos. Que para verle... ¡tenemos que pasar por debajo de un agujero que hay en la valla!. Bueno, no nos lo podemos creer, pero lo peor es que efectivamente era así. Tuvimos que pasar por debajo de la vaya para cruzar, y allí estaba “el jefe”, una especie de versión marroquí del jefe Bigun de los Simpson, en su “oficina”, que era un coche destartalado, ja, ja, ja.

Después del mal rato, risas generalizadas por la situación y conseguimos los dichosos sellos después de un vaivén entre el jefe y el policía de tres o cuatro veces. Pero bueno, finalmente pasamos la frontera y nos encontramos en Melilla, donde no teníamos alojamiento. Estuvimos cerca de hora y media buscando un lugar donde pasar la noche a un precio razonable, pero finalmente lo encontramos, cenamos y nos fuimos a dormir.

Nos levantamos a las nueve y media, hora local, para desayunar e ir al puerto para montar los coches en el Ferry. El día se presentaba bueno y sin problemas llegamos al mismo en hora para embarcar. El trayecto de barco lo invertimos en tomarnos una cerveza, dormir y comernos un menú que nos sentó de maravilla. A las cinco menos cuarto, el barco estaba llegando a Motril y sobre las cinco ya estábamos desembarcando. Sin parar, salimos de motril en dirección Granada, pues teníamos otra larga jornada hasta Madrid. El cielo se veía muy amenazante, y eso nos preocupaba por el funcionamiento del limpiaparabrisas del coche blanco. La amenazá acabó cumpliéndose y comenzó a llover fuertemente antes de llegar a Granada, sin embargo, nuestro miedo era infundado, puesto que la escobilla barría el agua de la luna de fibra a la perfección. Menos mal, porque la lluvia torrencial fue la tónica general de nuestro regreso a Madrid.


Paramos a repostar, cuando se nos acerca Mario y nos dice: Chicos, ¡cómo corren vuestros coches!. A ver, entiendo que esa frase dicha sobre un Seat Marbella suena a cachondeo, pero es que todo es relativo. Efectivamente nuestros marbellas subían las pendientes un poco mejor que el de Mario, y eso en una pendiente larga se nota... Sin embargo, entre tanta coña, la “tragedia” nos sobrevolaba, y sin entrar mucho en detalle, pues sería bastante aburrido, nos encontramos inmersos en el mayor atasco que he cogido hasta la fecha, a la altura de despeñaperros, y que tras varias horas no tenía mucha pinta de mejorar. Mario y Ángela decidieron salirse y buscar un sitio donde pasar la noche, pues al día siguiente tenían que ir hasta Galicia. Nosotros continuamos, pero tomamos la decisión de abandonar la A4 y coger la antigua carretera de Despeñaperros, que por cierto estaba vacía, y después coger por nacional en dirección a Ciudad Real, de ahí a Toledo y por la A42 a Madrid. Creemos que la decisión fue de lo más acertada, pues a partir de entonces fuimos prácticamente sólos todo el camino. Eso sí, con lluvia torrencial, el Marbella blanco inundándose por la falsa luna, y con el susto que nos dimos al encontrarnos un “río” cruzando la nacional que nos frenó los coches en seco al entrar en el mismo. Finalmente, conseguimos llegar a Madrid sobre las dos de la madrugada, y después de dejar a cada mochuelo en su olivo, llegó la hora de dar merecido descanso a nuestros queridos marbellas, y a sus ocupantes.

Y así es como acabó esta fantástica, intensa, dura, pero a su vez enriquecedora aventura, que ya estamos deseando repetir, y es que, si algo caracteriza al equipo de la aventura es la aventura, es ¡cómo nos gustan las penurias!

4 comentarios:

  1. Me han encantados vuestras cronicas, y ha sido un placer compartir con vosotros pequeños momentos, me alegro lo pasarais bien, y un apunte, la carretera esa de un solo carril se le llama la carretera de la muerte, porque sera??? jejeje.
    Espero volver a coincidir con vosotros en proximas aventuras, un besazo.
    Soy una de las chicas de la organizacion.

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    1. ¡Nos alegramos mucho de que os hayan gustado las crónicas!, sólo nos falta saber quién eres, que seguro que nos acordamos de ti. En algún arenal de los que estuvimos atrapados, estarías cerca de nosotros, ja, ja, ja.

      Por cierto, mira que había pasado veces por la carretera de la muerte, otras veces que había estado en Marruecos, y no sabía que se llamaba así...

      Un saludo!

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  2. Una historia buenísima! nosotros vivimos la Maroc de forma parecida pero algo más agobiados, seguramente por la falta de experiencia en este tipo de carreras.
    Un placer haber compartido planchas y empujones con vosotros, nos vemos en otra edición o quién sabe, por Madrid cualquier día!

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    1. Hola Jorge, ha sido un placer para nosotros también. En cuanto a los agobios... nosotros nos los dejamos en Madrid cuando salimos, que bastante tenemos todo el año. Si un día queréis organizar una quedada para tomar unas cañas y contar batallitas del abuelo, por nosotros encantados.

      Por cierto, ¿qué vais a hacer con ese 405?

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